Los
supermercados y la crisis alimentaria mundial
Esther Vivas
ALAI . Barcelona.- La crisis alimentaria ha dejado
sin comida a miles de personas en todo el mundo. A la cifra de 850
millones de hambrientos, el Banco Mundial añade cien más fruto de la
crisis actual. El “tsunami” del hambre no tiene nada de natural, sino
que es resultado de las políticas neoliberales impuestas durante décadas
por las instituciones internacionales. Hoy, el problema no es la falta
de alimentos sino la imposibilidad para acceder a ellos debido a sus
altos precios.
Esta crisis alimentaria deja tras sí a una larga lista de perdedores y
de ganadores. Entre los más afectados, se encuentran mujeres, niños y
niñas, campesinos y campesinas expulsados de sus tierras, pobres
urbanos... En definitiva, aquellos que engrosan las filas de las y los
oprimidos del sistema capitalista. Entre los ganadores, encontramos a
las multinacionales de la industria agroalimentaria que controlan de
origen a fin la cadena de producción, transformación y comercialización
de los alimentos. De este modo, mientras la situación de crisis azota,
principalmente, a los países del sur global, las multinacionales del
sector ven multiplicar sus ganancias. Monopolios La cadena agroalimentaria está controlada en cada uno de sus tramos
(semillas, fertilizantes, transformación, distribución, etc.) por
multinacionales que consiguen grandes beneficios gracias a un modelo
agroindustrial liberalizado y desregularizado. Un sistema que cuenta con
el apoyo explícito de las élites políticas y de las instituciones
internacionales que anteponen los beneficios de estas empresas a las
necesidades alimenticias de las personas y el respeto al medio ambiente.
La gran distribución, al igual que otros sectores, cuenta con una alta
concentración empresarial. En Europa, entre los años 1987 y 2005, la
cuota de mercado de las diez mayores multinacionales de la distribución
significaba un 45% del total y se pronosticaba que ésta podría llegar a
un 75% en los próximos 10-15 años. En países como Suecia, tres cadenas
de supermercados controlan alrededor del 95,1% de la cuota de mercado; y
en países como Dinamarca, Bélgica, Estado español, Francia, Holanda,
Gran Bretaña y Argentina, unas pocas empresas dominan entre el 60% y el
45% del total. Las megafusiones son la dinámica habitual en el sector.
De este modo, las grandes corporaciones, con su matriz en los países
occidentales, absorben a cadenas más pequeñas en todo el planeta
asegurándose su expansión a nivel internacional y, especialmente, en los
países del sur global. Este monopolio y concentración permite un fuerte control a la hora de
determinar lo qué consumimos, a qué precio lo compramos, de quién
procede, cómo ha sido elaborado, con qué productos, etc. En el año 2006,
la segunda empresa más grande del mundo por volumen de ventas fue
Wal-Mart y en el listado de las cincuenta mayores empresas mundiales se
encontraban también, por orden de facturación, Carrefour, Tesco, Kroger,
Royal Ahold y Costco. Nuestra alimentación depende cada día más de los
intereses de estas grandes cadenas de venta al detalle y su poder se
evidencia con toda crudeza en una situación de crisis.
De hecho, en abril del 2008 y frente a la situación de crisis
alimentaria mundial, las dos mayores cadenas de supermercados de Estados
Unidos, Sam’s Club (propiedad de Wal-Mart) y Costco (de venta a
mayoristas), apostaron por racionar la venta de arroz en sus
establecimientos aludiendo a una posible restricción en el suministro de
este cereal. En Sam’s Club, se limitó la venta de tres variedades de
arroz (basmati, jasmine y grano largo) así como la compra de sacos de
arroz de nueve o más quilos a un total de cuatro por cliente; en Costco
se restringió la venta de harina y de arroz frente al aumento de la
demanda. En Gran Bretaña, Tilda (la principal importadora de arroz
basmati a nivel mundial) también estableció restricciones a la venta de
arroz en algunos establecimientos al por mayor. Con esta medida se puso
en evidencia la capacidad de las grandes cadenas de distribución de
incidir en la compra y venta de determinados productos, limitar su
distribución e influir en la fijación de sus precios. Un hecho que ni
siquiera se había producido en Estados Unidos tras la II Guerra Mundial,
cuando sí se restringió el acopio de petróleo, neumáticos y bombillas,
pero no de alimentos. Cambio de hábitos Otra dinámica que se ha puesto de relieve frente a la situación de
crisis alimentaria ha sido el cambio de hábitos a la hora de hacer la
compra. Ante la necesidad, por parte de los clientes, de abrocharse el
cinturón y buscar aquellos establecimientos con precios más baratos, las
cadenas de descuento han sido las que han salido ganando. En Italia,
Gran Bretaña, Estado Español, Portugal y Francia, estos supermercados
han visto aumentar sus ventas entre un 13% y un 9% el primer trimestre
del 2008 respecto al año anterior.
Otro indicador del cambio de tendencia es el aumento de las ventas de
marcas blancas que ya suponen, según datos del primer trimestre del
2008, en Gran Bretaña un 43,7% del volumen total de ventas, en el Estado
Español un 32,8%, en Alemania un 31,6% y en Portugal y Francia alrededor
del 30%. Cuando son, precisamente, las marcas blancas las que dan un
mayor beneficio a las grandes cadenas de distribución y permiten una
mayor fidelización de sus clientes. Pero más allá del papel que la gran distribución pueda jugar en una
situación de crisis (con restricciones a la venta de algunos de sus
productos; cambios en los hábitos de compra, etc.), este modelo de
distribución ejerce a nivel estructural un fuerte control e impacto
negativo en los distintos actores que participan en la cadena de
distribución de alimentos: campesinos/as, proveedores, consumidores/as,
trabajadores/as, etc. De hecho, la aparición de los supermercados,
hipermercados, cadenas de descuento, autoservicios..., en el transcurso
del siglo XX, ha contribuido a la mercantilización del qué, el cómo y el
dónde compramos supeditando la alimentación, la agricultura y el consumo
a la lógica del capital y del mercado. - Esther Vivas es miembro de la Red de Consumo Solidario y de la campaña
No te comas el mundo. Es coautora del libro Supermercados, no gracias
(Icaria editorial, 2007). Publicado en AAVV Introducción a la Crisis
Alimentaria Global, Barcelona, No te comas el mundo.
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