El
pringoso mundo de McDonald’s
José
Steinsleger
La Jornada
Las varias acepciones del poco empleado verbo “pringar”
se ajustan didácticamente al contenido de este artículo.
Pringar se deriva de “pringor” (jugo, sustancia) y de
“pringue”, grasa que suelta el tocino u otra cosa sometida
a la acción del fuego.
El amasijo mezclado en la olla con carne, tocino y chorizo se llama
“pringote”. Ejemplos de alimentos pringosos serían
los engullidos por 46 millones de personas que en el mundo concurren
a diario a los 30 mil restaurantes de McDonald’s, la cadena
de hamburguesas más grande del planeta (Fortune, 2002).
En sentido figurado (y curioso) el diccionario reconoce que pringar
es tomar parte en un negocio o dependencia. Sería el caso
de Ángel Lastra Martínez, médico veterinario
zootecnista por la UNAM, uno de los dos especialistas mexicanos
que emplean la tecnología de bipartición de embriones
de ganado vacuno, avanzado método de reproducción
de animales en serie.
Con posgrados en microbiología por la Universidad
de Manchester y el Colegio Real de Medicina Veterinaria de Londres
(Proceso No. 1240, agosto 2000), el doctor Lastra Martínez
ha recibido varios reconocimientos internacionales. Entre éstos,
el que le otorgó la reina Isabel de Inglaterra por haber
descubierto la enfermedad conocida como phyelonefritis (cistitis
en los cerdos). O sea, un total desconocido para la candidata presidencial
Paty Chapoy y otros genios de la cultura nacional.
El
caso es que en 1991, decenio en que México ingresó
al primer mundo por la puerta de la cocina, Lastra Martínez
organizó una empresa y obtuvo en el centro de la ciudad de
Monterrey, Nuevo León, dos de las 130 franquicias que McDonald’s
tenía en el país (casi el doble, hoy). A finales de
la década, el doctor estaba en quiebra. Y no precisamente
por falta de “talento empresarial”.
Lastra Martínez cometió un “error”: se
negaba, en sus restaurantes, a preparar alimentos con carne, verdura,
pan y lácteos en estado de descomposición, suministrados
por la empresa Apelco SA de CV. “Las lechugas venían
con mucha basura, incluidas piezas metálicas, como tornillos
o tuercas… el pan llegaba con vidrios de hielo y se descomponía
en los hornos”, declaró a Proceso.
En 1998 el caso llegó a los tribunales. La Secretaría
de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural (Sagar) verificó
la introducción de carne de pollo y puerco sin los registros
sanitarios de ley y con fecha de caducidad hacia las franquicias
en los estados de Coahuila y Nuevo León. “Interesante”,
dijeron las autoridades de la Sagar. Ronald McDonald’s, el
pringoso y siniestro payaso de la trasnacional, destruyó
al científico metido a empresario.
“Macdonalización” y otros términos similares
(“cocalización”, “walmartización”)
se han convertido en los favoritos de quienes con imaginación
los han convertido en sinónimo de “imperialismo yanqui”:
explotación, ruina, saqueo, desnutrición, muerte.
En abril de 2005, la firma fue demandada por dos
familias del popular barrio Bronx, Nueva York, a causa de los problemas
de salud que presentaban sus hijos. Los padres de Jazlyn Bradley
y Ashley Pelman denunciaron que sus hijos desarrollaron diabetes,
obesidad, problemas cardiacos y altos niveles de colesterol.
Aquí es importante señalar que 90 por ciento de los
niños de Estados Unidos consumen productos de McDonald’s
entre tres y cinco veces por semana, durante años. Según
el escritor Eric Schlosser, autor de Fast Food America, los estadunidenses
gastaron en 2000 unos 110 mil millones de dólares en comida
rápida, más que en la enseñanza universitaria
o los automóviles.
En 2002, las investigaciones de Schlosser y otros especialistas
obligaron a McDonald’s al retiro progresivo de los aceites
hidrogenados en la elaboración de las papas fritas, con alto
contenido innecesario de ácidos transgrasos, “potentes
promotores de enfermedades cardiacas”.
En febrero de 2006, la trasnacional aceptó pagar 8.5 millones
de dólares para evitar un juicio por una demanda presentada
por la organización Ban Trans Fat, de California, misma que
en 2005 logró que la firma Kraft Foods retirara las grasas
insaturadas de sus snacks, entre ellos las populares galletas Oreo.
Por otro lado, la revista especializada Food Magazine lanzó
el mes pasado una campaña advirtiendo acerca de la falsa
publicidad de McDonald’s con respecto al uso de aceite de
cocina hidrogenado. La campaña advierte que en Estados Unidos
la sustitución en la alimentación de grasa parcialmente
hidrogenada evitaría unas 30 mil muertes anuales prematuras
por enfermedades coronarias.
Según Food Magazine, en 2003 Dinamarca fue el primer país
que introdujo restricciones en el uso de aceites transgrasos que
contengan más de 2 por ciento de aceite y productos transgrasos,
como los que se consumen masivamente en México.
¿La Organización Mundial de la Salud dispone ya de
cifras aproximadas de personas fallecidas o que padecen de obesidad
y trastornos cardiovasculares por ingerir los alimentos diseñados
por McDonald’s en su cuartel general de Oak Brook, Illinois?
Y en México… ¿quién le pone el cascabel
al gato?
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