entrevista a Lucía Sepúlveda a los 40 años del Golpazo
Lucía Sepúlveda
es periodista, trabaja en la Red de Acción en Plaguicidas RAP-Chile y
es una de las voceras de la campaña Yo No Quiero Transgénicos en Chile,
muy activa en estos días en que se el Senado discute una ley
conocida como "Ley Monsanto". Lucía integra asimismo la Comisión Etica
Contra la Tortura, que solidariza activamente con la lucha del pueblo
mapuche, y el Coordinador de Derechos Humanos de los Colegios
Profesionales de Chile. Participó en el alcuentru de muyeres Voces de
MUYER-Enredaes na comunicación alternativa, /(...)surnorte-voz-muyer/4mesa.html,
y es autora de varios libros, entre ellos, 119 de nosotros, Memorias de
un labrador sin futuro, Chile, la semilla campesina en peligro,
colabora habitualmente en rebelion.org y otros medios, y tiene su
blog de periodismosanador.. http://periodismosanador.blogspot.com.es/
Pachakuti:-
Lucía, para personas como tú, que han padecido el rigor del golpe de
estado de Pinochet, antes del golpe, durante el golpe y después del
golpe.. ¿una fecha de estas caracteristicas.. traerá muchas
reflexiones fuertes y recuerdos a la cabeza..?
Lucía:-
Quizás precisamente por haber vivido el golpe y todo lo que ello
involucra, al menos en mi caso, no necesito tanto de esta fecha
para reflexionar y recordar, porque la memoria es una
suerte de mochila que mis compañeras y compañeros de lucha y yo
siempre cargamos en la espalda. A veces nos pesa mucho y a veces
logramos correr con ella casi como si no la lleváramos encima. Pero lo
cierto es que miramos el presente con una mirada que viene de lejos,
viene de esos días hermosos llenos de esperanza del gobierno del
Presidente Allende, viene también de las noches duras de la
clandestinidad, y está cargada de vacío y ausencia de los mejores de
entre nosotros, de aquellos y aquellas que tanta falta nos hacen para
las luchas de hoy.
La conmemoración de los 40 años la valoro en cambio fundamentalmente
como un medio para que las nuevas generaciones puedan finalmente
acceder a lo que fue la dictadura, de manera pública, a través de
los medios y no sólo desde el discurso de la memoria que
se enhebra trabajosamente desde los márgenes y tiene por ello, muchas
veces, un alcance limitado al círculo de la izquierda y sus
cercanos.
En estos días estamos viviendo un momento bien complejo. Del silencio
más absoluto de los medios de comunicación y los textos respecto de la
historia reciente, Chile ha pasado a estar inmerso en una
serie ininterrumpida de programas de tv sobre la temática del golpe
militar, entrevistas a sobrevivientes, políticos, gente común,
lanzamiento de libros, obras de teatro y actividades de una gran
diversidad que nos convierten de pronto en un país con memoria a riesgo
de saturar la audiencia. Si llegaran visitantes o periodistas en estos
días, sin duda quedarán impactados de la forma tan amplia que
circula la información en Chile sobre lo que fue la dictadura. Y es
poco probable que encuentren alguien que les cuente que estamos
viviendo la excepción que confirma la regla del silencio, y que la
televisión sólo entrevistó por primera vez a una dirigente de la
agrupación de familiares de detenidos desaparecidos cuando Pinochet fue
detenido en Londres. Y quizás no les contarán tampoco que TV Nacional,
la televisión pública se niega hasta hoy a programar el
documental El Diario de Agustín que revela la complicidad del
diario El Mercurio con la dictadura, y sólo este año exhibió con cortes
y en horario de madrugada, el notable documental de
Patricio Guzmán “La Batalla de Chile”, realizado décadas atrás.
Esta repentina apertura informativa es compleja porque no es
integral, no hay un tratamiento completo de los temas, el énfasis está
más en el horror y las violaciones a los derechos humanos, y no en
porqué fue posible el horror, y porqué y cómo tantos y tantas creyeron
–creímos- que Chile y su pueblo podían construir su destino. Las
imágenes del bombardeo de La Moneda se repiten una y otra vez,
pero casi no se ven las concentraciones de apoyo al gobierno, ni
la organización del pueblo y cómo participaba en el proceso en
curso... La conmemoración de los 40 años ha desatadotambién
una especie de verborragia y competencia del perdón en que ciertos
cómplices civiles de la dictadura, miembros de la coalición del
Presidente Piñera que gobierna el país, presentan sus excusas públicas
por lo que dejaron de hacer en dictadura, blanqueándose en
la prensa y compitiendo por atención mediática, sin que ello vaya
acompañado de ningún gesto efectivo relacionado con el peso de la
impunidad que aun existe en muchos crímenes de la dictadura, ni menos
con los efectos del modelo económico neoliberal impuesto a sangre y
fuego tras el golpe militar y del cual estos políticos profitan hasta
ahora.
P:- ¿dónde estabas tú el 11 de septiembre de 1973?
L:-Mi
compañero, Augusto Carmona y yo éramos periodistas de TV y radio, y
colaboradores de la revista Punto Final. Vivíamos en un departamento en
el centro de la ciudad. Nos avisaron por teléfono que había un intento
de golpe militar, y nos fuimos hacia La Moneda pero ya estaba todo
rodeado de militares, entonces nos dirigimos hacia las oficinas de la
revista. En ese mismo edificio estaban las oficinas de la agencia de
noticias cubana, Prensa Latina y fuimos hacia allá para tener
información. Todo el horror se concentró en esas horas y ese día, que
recuerdo como el más largo de mi vida. Allí pude escuchar los primeros
"bandos militares", citando a políticos y periodistas conocidos a
presentarse en el Ministerio de Defensa. También podíamos escuchar el
sobrevuelo de los Hawker Hunter disparando contra el cercano palacio de
Gobierno.
Cuando el entonces director de Prensa Latina, Jorge Timossi, nos
informó -tras un contacto telefónico directo con alguien en La Moneda-
que el periodista Augusto Olivares, amigo y asesor de Allende, se había
suicidado, el dolor y el espanto me sobrecogieron. De Prensa Latina,
caminamos a nuestro departamento de Calle Cóndor, pasando entre grupos
de soldados y detenidos, entre tanques, muertos y personas deambulando
como autómatas con ojos colmados de miedo y desesperación. A
partir de ese día ya no fuimos más que miembros de la resistencia. Y
para mi compañero, el periodismo quedó atrás para siempre. Fue
asesinado por la policía secreta de la dictadura el 7 de diciembre de
1977".
P:- de manera particular, como conocedora profunda de la temática del pueblo mapuche, ¿cómo afectó el golpe militar a este pueblo?
L:-El
gobierno del presidente Allende tuvo una preocupación especial por el
pueblo mapuche que a través de la ley de reforma agraria dictada
por el gobierno anterior, logró una importante devolución de tierras
que estaban en manos de latifundistas y pasaron a manos de sus
verdaderos dueños, marcando un trato radicalmente diferente al
que habían tenido otros gobiernos. El clima de esperanza y
movilización no era ajeno a ello, ya que los mapuche realizaron
“corridas de cerco” para recuperar tierras que les habían sido
arrebatadas, lo que radicalizó el proceso. Como reportera de TVN me
tocó ser testigo privilegiado (como enviada especial) del ánimo del
gobierno y del ministro de agricultura de la época, Jacques Chonchol,
de resolver las demandas campesinas, ya que todo el ministerio se
trasladó a la región de Cautín durante el verano de 1972. Pude ver
entonces el gobierno trabajando en terreno y a la vez a las
organizaciones mapuche marchando con sus herramientas agrícolas desde
los cerros hacia la ciudad y exigiendo respuesta a sus demandas.
Sobre lo que significaron esos años, prefiero citar aquí un texto de Jorge Calbucura y otros, publicado en http://www.mapuche.info/?pagina=4234
“El presidente Salvador Allende continuó el proceso de reforma agraria
usando la Ley de Reforma Agraria promulgada en 1967 por el gobierno
Demócrata Cristiano de Eduardo Frei. Mediante la aplicación de esta
ley, hasta 1973 fueron expropiados 4.401 latifundios y las reservas
indígenas mapuche recuperaron 30.000 hectáreas de tierra. En septiembre
de 1972, se promulgó una Nueva Ley Indígena que –a pesar de su corta
duración- fue un efectivo instrumento para resolver los litigios por
usurpación de tierras a los mapuche.
Durante el período 1970-73; la Unidad Popular, transfirió a las
comunidades mapuche 30.000 hectáreas de tierra, sin embargo la acción
directa de las corridas de cercos
en las provincias de Malleco, Arauco, Cautín y Valdivia logró recuperar
más de 70.000 hectáreas de tierra usurpada por los terratenientes. Todo
un tiempo de hombres y mujeres mapuche visionarios. Convencidos de que
era posible aunar fuerza, valentía y trascendencia, fueron los
que llevaron adelante la iniciativa de las corridas de cercos. Una vez más quedaba demostrado que la nación mapuche no estaba rendida. La consigna era: ¡Tierra o muerte!, ¡Nadie nos trancará el paso!
La primera corrida de cerco,
se realizó en Cautín el 15 de mayo de 1970 por la comunidad Mañío
Manzanal (Comunidad Quinchavil-Santibáñez). Después de dos meses de
ocupación y juicio, el Tribunal de Justicia falló a favor de los
comuneros mapuche. La autoría de la corrida de cerco le corresponde al lonko Luis Quinchavil, que antes de llevar a cabo la acción, expresó “hay que recuperar las tierras usurpadas corriendo los cercos a sus límites originales.” Desde
esta primera corrida de cercos nace la modalidad que se repetirá en
todas las sucesivas acciones; desalambrar, sacar las estacas y
correrlas a los límites establecidos por el Título de Merced de
Tierras. El 8 de septiembre de 1970 de manera simultánea se realizan
diez corridas de cerco y en el curso de los meses posteriores se
ejecutan cientos de corridas de cerco” (fin de la cita).
El golpe militar en la zona mapuche, del BioBio al sur, fue incluso más
cruel que en la ciudad, y hasta el día de hoy se desconocen las
verdaderas dimensiones de la represión, pues el terror acalló las
denuncias en la mayor parte de los casos. En la zona que más conozco,
las localidades cercanas a Nueva Imperial en la Región de la Araucanía,
prácticamente no se presentaron denuncias ante las Comisiones
Nacionales (Rettig y Valech) creadas en dos oportunidades para ese
efecto. Esas comisiones tampoco hicieron ningún tipo de trabajo
especial de acercamiento a este sector específico de posibles víctimas.
Por testimonios orales me he impuesto de la ferocidad de la represión,
donde las fuerzas armadas actuaron con información y participación de
los antiguos dueños de fundos para detener a centenares de campesinos
mapuche, que fueron subidos a helicópteros y sus cuerpos destrozados en
vuelos rasantes por zonas forestales. Algunos cadáveres aparecieron en
un canal a la entrada de esa localidad, el cual posteriormente fue
sellado. Las incursiones represivas contaron incluso con el apoyo de
miembros de la iglesia local, ya que los curas franciscanos de la
llamada Misión Boroa, en ese territorio, entregaron al ejército a
personas que habían ido a buscar refugio allí. Todas las
conquistas se perdieron y más aún, la dictadura impulsó la ley de
división de las comunidades que acentuó su disgregación y pérdida de
sentido comunitario. A nivel general, las tierras que habían sido
expropiadas pasaron a ser propiedad de las empresas forestales que
progresivamente se expandieron por sobre todo el territorio mapuche.
Largos años debieron pasar para que este pueblo indómito retomara la
lucha por la recuperación de su territorio e incluso incorpore
últimamente elementos como la autodeterminación mapuche.
P:- ¿Tu labor concreta de periodista, hubo de adaptarse a las condiciones de la dictadura militar?
L:-Nunca
ejercí el periodismo en Chile bajo dictadura. Mis tareas en la
resistencia no tuvieron que ver con el periodismo aunque lógicamente
incluían el apoyo a la prensa clandestina.
P:- ¿Cómo viviste las movilizaciones contra la dictadura, el referéndum y luego la "transición" controlada?
L:-
Fue emocionante vivir en Chile el inicio de las movilizaciones contra
la dictadura a comienzos de los años 80. El impacto del golpe, de las
desapariciones de presos políticos y el peso del terror determinaron
que en los primeros años de dictadura no hubiera expresiones masivas de
resistencia popular y sólo se desarrollaran acciones que
involucraban a sectores muy pequeños de la población y por tanto tenían
escaso impacto. A nivel de masas, ya existía la movilización de las
agrupaciones de derechos humanos, pero hasta 1981 esa era prácticamente
la única expresión visible y permanente del descontento. Nosotros
trabajábamos en la clandestinidad alentando la organización de la
resistencia a nivel estudiantil, sindical, y poblador, coordinando
fechas de protestas a nivel nacional y desarrollando acciones de
"propaganda armada" en poblaciones, buscando mostrar que era posible
enfrentar a la dictadura y golpearla en sus puntos más débiles,
generando prensa clandestina y emisiones de radio Liberación, operadas
por equipos móviles de compañeros con receptores especialmente
adaptados para no ser localizados por la represión.
Progresivamente la gente comenzó a perder el temor, a salir a la calle,
a generar nuevas organizaciones para la lucha abierta a nivel
estudiantil y poblacional -de las cuales fuimos parte- y se percibía ya
que entrábamos a una nueva fase. Sin embargo, a mediados de los años
80, cuando ello comienza a madurar, el MIR ya estaba muy
diezmado por la represión, la mayor parte de su dirección histórica
había sido aniquilada y los dirigentes que salieron al exterior no
habían interpretado adecuadamente lo que ocurría en Chile con su propia
fuerza y a nivel de masas. Diseñaron políticas que no se
correspondían con la realidad y que expusieron a la organización
más allá de sus capacidades reales en el plano político y militar. En
agosto del año 83, vivíamos en Chile quizás el momento más alto de las
protestas populares, a las cuales Pinochet responde sacando a la calle
en Santiago a 18.000 militares. A nivel de superestructura existía una
alianza política del campo popular el Movimiento Democrático Popular, y
una alianza opositora encabezada por la Democracia Cristina y sectores
"renovados" de la izquierda que fue la que finalmente se impuso como
"Alianza Democrática".
Al abrirse la nueva situación política, el MIR tenía una restringida y
localizada capacidad de intervención, al tiempo que aparecían nuevos
actores como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez que lograban
canalizar el ánimo de lucha de las masas.
Me correspondió trabajar políticamente en Santiago en esos años y
una de las experiencias más ricas fue participar a nivel
regional, en la organización del paro-asonada comunal (27
de marzo de 1984) en Pudahuel, un municipio de la zona poniente de
Santiago, muy combativo, donde había milicias populares de la
resistencia, una Coordinadora de Organizaciones Populares, y un trabajo
muy importante con sectores cristianos.
Entre los años 79-84 habíamos logrado tener cierta presencia política,
social y armada que dio legitimidad al MIR en la lucha
antidictatorial, pero eso no tuvo una continuidad, debido a que
sobrevinieron nuevos golpes represivos los que sumados a discusiones
internas mal abordadas, culminaron en la posterior división de nuestro
partido.
El año 1986 debí salir del país hacia Argentina porque el fallido
atentado a Pinochet por el FPMR trajo un incremento de la represión que
hizo insostenible mi situación. Así que debo decir que me perdí la
parte más masiva de la lucha, ya que no logré regresar a Chile hasta el
año 93.
La transición la viví con mucho dolor y frustración, pues desde
el plebiscito en adelante fue evidente incluso fuera del país, que esa
era una salida negociada y que se mantendría intacto el andamiaje de la
dictadura. La división y el fin del MIR, y la presencia de una
izquierda dedicada a administrar la herencia de la dictadura han sido
tragos muy amargos a beber en estos años.
Por mucho tiempo, solo el movimiento por los derechos humanos y
por la memoria histórica -del que participo- y las luchas del
pueblo mapuche -con cuyas demandas solidarizo- fueron los signos
de continuidad respecto de nuestra historia como pueblo consciente y
combativo.
Sin embargo, finalmente y desde el año 2011, esa semilla sembrada
trabajosamente desde los débiles inicios de la resistencia al golpe
militar comenzó a brotar contra viento y marea, mostrando su verdor en
el naciente movimiento estudiantil que hoy marcha a la cabeza de la
reactivación del movimiento popular en Chile. En todas las marchas de
los jóvenes encontramos hoy a Allende, a Víctor Jara caminando junto a
ellos y como parte de sus luchas. La movilización del 5 de septiembre
llamada por todas las federaciones estudiantiles del país junto a los
estudiantes secundarios, se convocó evocando los 40 años del golpe
militar y sacó a las calles a miles y miles de muchachos y
muchachas y a otros que ya no lo somos....
Y
la marcha convocada por todas las organizaciones de Derechos Humanos,
de la que vengo de participar hoy domingo 8 de septiembre tuvo un
carácter diferente y superior al de otras marchas rituales del
aniversario del golpe militar. Brigadas juveniles desplegaron una
tremenda creatividad y entusiasmo para mostrar la ligazón entre las
luchas de ayer y las demandas populares de hoy. Particularmente
impresionante fue el trabajo desplegado en todos los muros del largo
trayecto de la romería desde la Alameda Bernardo O'Higgins hasta el
Cementerio General, por colectivos de jóvenes que pegaban serigrafías
con consignas y llamados a la lucha que incluían el apoyo a la lucha
del pueblo mapuche, el derecho a la salud y la educación e incluso una
demanda más reciente: semillas libres de patentes y transgénicos.
P:- Tras varios gobiernos de la Concertación y uno de Piñera.. ¿qué queda del legado pinochetista en Chile?
L:-
La Constitución que rige el país en todos sus ámbitos es la
ideada por la dictadura. Mientras no tengamos la fuerza para parir una
nueva constitución, ese legado estará prácticamente intacto.
El modelo económico neoliberal y extractivista, con cero respeto por la
naturaleza y nulo interés por la equidad social, también está intacto.
Ha sido super bien administrado por la Concertación y ahora por Piñera,
que se está preocupado en los últimos meses que le quedan de gestión de
privatizar los escasos bienes comunes que quedan en Chile, como es
nuestro patrimonio genético, simbolizado en las semillas campesinas e
indígenas. Todo es privado ya en Chile: la salud, la educación, la
previsión social, la mayor parte del cobre, el agua, los peces.
P:- En Territorio Mapuche... se siguen aplicando las leyes antiterroristas de Pinochet..
L:-
Tanto la Concertación como el gobierno actual de Sebastián Piñera han
aplicado esta ley de Pinochet, considerando terroristas a quienes
luchan por la recuperación de su territorio ancestral. Los muertos
están, sin embargo, del lado de los “terroristas”: son luchadores
sociales mapuche acribillados por la espalda por las fuerzas
policiales. Una interminable lista de presos políticos mapuche ha
acompañado a los últimos gobiernos, que sin embargo permanecen sordos a
los llamados de los organismos internacionales de derechos humanos.
En realidad, quienes viven en las comunidades mapuche en resistencia
están viviendo como se vivía en dictadura en las zonas urbanas
populares y poblacionales que hacían resistencia activa: con
allanamientos permanentes, militarización del territorio, detenciones
arbitrarias y tortura. Para el pueblo mapuche en lucha, la democracia
nunca llegó y los sucesivos gobiernos han sido incapaces de responder a
sus demandas porque han tomado partido por las grandes empresas
forestales que están usando el territorio indígena para sus
plantaciones y les han despojado además del agua necesaria para su
subsistencia y cultivos. Es de toda lógica que las organizaciones
mapuche no le crean a los partidos políticos chilenos y aspiren a
construir su propia autonomía ante un Estado que los niega y una
izquierda que en general no ha querido o no ha sabido verlos como un
pueblo-nación y actuar en consecuencia.
P:- Muchas de las personas represoras de la dictadura siguen vivas.. ¿habrá algún tipo de justicia y castigo a los culpables?
L:-
En el actual marco de cosas, es poco probable. Por eso son tan
importantes las funas y la exposición pública de esas personas, como
ocurrió recientemente con el ex comandante en jefe del ejército, Emilio
Cheyre que se vio enfrentado en un programa de televisión, por el hijo
de una pareja de detenidos desaparecidos, en un caso en que estuvo
involucrado el militar. Todo el país supo entonces quién tenía la
razón, pese a que el ex oficial dijo que nunca tuvo motivos para no
creer la versión que recibió de su superior, que era que la pareja se
había dinamitado delante de su hijo.
Eso
es más posible en este contexto que juicios, ya que la tendencia actual
es dar sentencias irrisorias por crímenes de lesa humanidad, aplicando
la tesis de la “media prescripción” para evitar que vayan a prisión los
asesinos y perpetradores de ejecuciones y desapariciones de compañeros.
En el caso de mi compañero, Augusto Carmona, apenas hay
encargatorias de reos en un proceso que lleva más de diez
años y en el cual sólo meses atrás se ha individualizado a algunos de
los represores culpables de su asesinato por la espalda. La
ejecución política fue una práctica que se puso en vigor por la CNI
cuando la repulsa internacional por las desapariciones de prisioneros
políticos ya era muy fuerte. Entonces el método cambió. A través de
refinados métodos de inteligencia y del uso de la tortura a
presos se lograba detectar a dirigentes y cuadros del
MIR y se les asesinaba para luego informar de que había habido un
enfrentamiento
P:-
a 40 años, espacios de tortura como la colonia Dignidad, de sectas
alemanas cómplices de Pinochet ¿debieran ser enjuciadas por eso,
o por el uso de gas sarin, además de por el abuso de niños?
L:-
Dignidad es un caso de colusión internacional para que no haya
justicia, ya que el estado alemán y los gobiernos chilenos hasta ahora
han colaborado para que la impunidad continúe vigente para esos
crímenes contra la humanidad. Aquí hay Redes de protección a nivel
Estado ? poderes locales que impiden avanzar en juicios que
verdaderamente abarquen todo lo que significó la colonia Dignidad como
parte del terrorismo amparado por el Estado chileno.
P:- ¿Nunca más habrá una dictadura militar en Chile...?
L:-
No lo sé. No creo que la requieran hoy los civiles dueños del
país, que son los hijos o sucesores de aquellos que en tiempos de
Allende, aliados con el imperio norteamericano pidieron la intervención
de las fuerzas armadas.
No soy futuróloga y no puedo saber cuánto tiempo tendrá que pasar para
que haya nuevamente una alternativa revolucionaria en Chile y qué
ocurriría entonces con quienes se sientan amenazados por ella, en el
marco de una situación global diferente y del tipo de armamento y
medios con que cuentan hoy quienes detentan el monopolio de las armas a
nivel global.
P:- ¿qué personajes rescatarías de la lucha contra la dictadura militar en Chile?
Miguel
Enríquez, fundador y secretario general del Mir hasta su muerte en
combate en octubre de 1974. Fue un dirigente extraordinario, de
aguda visión política, enorme capacidad de mando y poder de convicción,
unidos a una consecuencia absoluta entre su discurso y su práctica. Es
imposible separar la experiencia mirista y la construcción de ese
partido como organización revolucionaria, de la conducción de Miguel, a
la cabeza de su Comisión Política. Los aciertos del MIR y también
algunos de sus errores tienen su impronta, por esa arrolladora
personalidad, de un magnetismo sin igual.
Miguel es un símbolo y un referente de coraje y amor al pueblo y
la revolución, más allá del MIR, para toda una generación.
También fue extraordinario el coraje y el compromiso de mi compañero de
entonces, Augusto Carmona, que desde la clandestinidad trabajó
incansablemente por la unidad de la izquierda y la reorganización de
las fuerzas de nuestra organización enfrentando las más duras
circunstancias. Sobre él y otros trabajadores de los medios de
comunicación escribí varias de las historias incluidas en la obra
“Morir es la Noticia”, de Ernesto Carmona editor, de la que fui parte
junto a un colectivo de periodistas en 2001, sobre nuestros compañeros
desaparecidos o ejecutados en dictadura.
Y
como símbolo de los y las heroínas invisibles de esta lucha, recuerdo a
la compañera María Galindo, joven dirigente obrera oriunda de la zona
sur del país y desaparecida en 1976 sin que jamás se haya tenido
noticias de las circunstancias de su detención. Ella compartió prisión
y tortura en Villa Grimaldi con Marta Ugarte, compañera cuyo cuerpo fue
encontrado en una playa luego de haber sido arrojado desde un
helicóptero por sus torturadores.
Es imposible y discriminatorio mencionar personas…por eso es tan
importante que vivamos hoy un florecimiento de la memoria, con la
publicación de muchos libros de testimonios y memorias que hagan
justicia a la contribución ignorada de tantos y tantos compañeros a la
lucha antidictatorial. Es lo que traté de hacer con mi libro reportaje
“119 de nosotros” (Lom, 2005) en que trato de contar quiénes fueron
esos compañeros y compañeras de mi generación a quienes la DINA
desapareció en el montaje mediático Operación Colombo, del servicio
secreto de la dictadura como préambulo de la Operación Cóndor,
sacándolos de las estadísticas oficiales para acercar esa generación de
revolucionarios a los jóvenes de hoy. Me reconforta que mi libro haya
servido de base para un documental de Luis Parra y Luisa Martínez sobre
ellos, que se estrenó este año y se llama “119 esperanzas” y que
esos testimonios animen incontables actividades de derechos humanos en
las casas de memoria y/o colectivos que florecen hoy en nuestro
territorio.
Santiago, 8 de septiembre de 2013, a 40 años del golpe militar
Fotos de la marcha de hoy en https://www.facebook.com/(...) (mi facebook, Lucía Sepúlveda) ("Las calles vuelven a ser nuestras").
La foto de abajo es histórica y no ha sido publicada nunca, la conocí sólo
este año..cuando de Prensa Latina me pidieron un testimonio y a vuelta de
correo me enviaron esta foto que alguien tomó en la precisa mañana del
golpe. Augusto está al centro, sentado despreocupadamente!...en tanto que
todos los demás estamos protegiéndonos en el suelo de posibles balas locas.
Yo estoy a su lado derecho, con la cabeza gacha y las piernas cruzadas,
posiblemente escribiendo notas de un reportaje que jamás salió.
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